¿Qué si la piel no es un mar de metáforas?, ¡piel bordeando, piel naufrágame en tu piel, piel como maremotos o palabras, no!, solo es literatura, también es necesidad vital, urgencia de reconocer que existo. Yo continuaba con mi rabiecita de aserrín, por el primer encuentro fugaz y la sin imposición de no verla por muchos días, rabiecita, por ese nadar a gritos hacia sus recuerdos que agoto los pocos goces de mi cotidianidad. Ella de arequipe y ron, la entre a la primera cafetería con una buena excusa, “no he desayunado”, porque eso del hambre ablanda a cualquiera; “estudio en la U”, dijo, respuesta obvia para pregunta torpe, tanta espera deseo y miren la tenia al alcance de mi voz, para mimarla de mis manos, para explicarle, que me gustaba tanto como la alegría, pero no, ¿de donde saldrá la camisa de fuerza para las palabras verdaderas?, estaba ahí vestida de nube con su blusa mínima casi transparente, que dejaba ver sus pezones perfectos. Yo soñando en moverla con mis signos vacilantes del mar, que llevaba la música por dentro, supongo, que le oí o imagine, que confesaba, como la deseaba y con que miedo de perderla por estas calles estrechas, pobres como la muerte , habrá que ir despacio, ¡intente para mi!, como llevando a un niño de la mano. Con delicia ella tomaba de su vaso, sus ojos inundaban las cosas que tocaba, miraron desde el último sorbo, pero nada más. En una mesa cercana una pareja se amaba o fingían amarse con autenticidad, mientras que otros hastiados jugaban hacer bestiales, todos tratando de alcanzar algún ritmo, se desnudaban con muecas. Afuera unas gotazas cayeron en los charcos jóvenes, haciendo flores de agua. Yo seguía codiciando algo aventurado, para sortear el crucigrama de lo rutinario, para no hacer mis pobres trucos de hormiga, incursionarme en la noche marítima de su epidermis, navegarme como en mi ruta mas acostumbrada sin dejar, que mi ejercito de palmas remaran en sus poemas secretos, que mis dedos y mis horas se llenaran de placer, reinventando el universo de ternura, que debe existir entre mi intención y su realidad, cómo no invitarse si ella lo pedía muy a pesar suyo , si la piel no acepta otro vestido, que la desnudez, pero ella insistía en hablar de su carrera, que me sabia a jeroglífico. Mis palabras sin pronunciar llenas de memorias de ansiedades para decirle simplemente, que mi amor era un barco herido. El grito, que tenia que salir no salía, me brotaban, eso si, otras que mal las remplazaban, sonidos ahítos de temas interesantes de política, malditos de la carreta, de la vida, malditos hasta de filosofía, de esa que todos tenemos y creemos trascendente, gestos estridentes, huecos, para rellenar silencios, si nos permanecían abismales las aguas de la incomunicación, acomodando el resto de mi paciencia en la dureza de la silla.
FIN.
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